Estudios científicos

Benefits and Risks of Moderate Alcohol Consumption on Cardiovascular Disease: Current Findings and Controversies

Abstract:

Alcohol has a hormetic physiological behavior that results in either increased or decreased cardiovascular risk depending on the amount consumed, drinking frequency, pattern of consumption, and the outcomes under study or even the type of alcoholic beverage consumed. However, the vast majority of studies elucidating the role of alcohol in cardiovascular and in the global burden of disease relies on epidemiological studies of associative nature which carry several limitations. This is why the cardiovascular benefits of low–moderate alcohol consumption are being questioned and perhaps might have been overestimated. Thus, the aim of this review was to critically discuss the current knowledge on the relationship between alcohol intake and cardiovascular disease. Besides new evidence associating low and moderate alcohol consumption with decreased risk of cardiovascular disease, several questions remain unanswered related to the concrete amount of safe consumption, the type of alcoholic beverage, and the age-, sex-, and genetic/ethnical-specific differences in alcohol consumption.

Comentarios divulgativos:

Cuando se trata del consumo de alcohol y la salud cardiovascular es habitual encontrar respuestas fisiológicas de tipo hormético, donde el efecto varía dependiendo de factores como la cantidad consumida, la frecuencia de consumo, el patrón de consumo, el tipo de bebida o el evento analizado. La mayoría de la evidencia científica que analiza la relación entre el consumo y la salud cardiovascular es epidemiológica, con múltiples limitaciones. Por lo que aún existe una gran controversia al respecto. Esta revisión repasa de forma crítica la evidencia disponible que estudia la relación entre consumo y salud cardiovascular.
Dificultades en el estudio en relación a la salud:
La definición de consumo moderado varía entre las diferentes guías internacionales, según las guías estadounidenses: <1 bebida/día en mujeres y <2 bebidas/día en hombres, considerando que cada bebida contiene 14 g de etanol puro (ver tabla).
Dificultades en el registro del consumo. Riesgo de errores en la recogida de información, es complejo estimar las cantidades consumidas y su concentración. Muchos de los estudios realizados sólo recogen información una única ocasión, a través de cuestionarios de frecuencia de consumo, que en algunos casos son cumplimentados por los propios participantes. Esto incrementa el riesgo de subestimar su consumo, por el estigma social asociado.
Inclusión de ex-bebedores en el grupo de abstemios, que pueden haber cesado su consumo por razones de salud o antecedentes de abuso. En este caso el impacto en la salud de un consumo moderado estaría sobreestimado.

La edad de los participantes incluidos en los estudios también parece ser clave. La mayoría de los estudios incluyen participantes de más de 35 años. El consumo es más elevado entre los veinteañeros y tiende a reducirse entorno a los 40 años, de manera que los estudios realizados no considerarían la evolución en la ingesta a lo largo de la vida.
Asimismo, hay otros factores que no suelen considerarse, como el patrón alimentario que acompaña al consumo, si se realiza junto con las comidas o fuera de ellas, o si se mezcla por ejemplo, con bebidas energéticas o refrescos.

Relación entre el consumo moderado y la salud cardiovascular:
Numerosos estudios epidemiológicos han observado que un consumo bajo o moderado se asocia con un efecto positivo en la salud cardiovascular, o no es perjudicial, mientras que un consumo elevado o nulo se relaciona con un incremento del riesgo cardiovascular. Este tipo de relación se suele denominar como "curva en forma de J o U". (En este estudio las autoras recogen la evidencia disponible sobre el efecto en la salud cardiovascular de un consumo bajo-moderado y también excesivo, no obstante, este texto se centrará específicamente en el efecto de un consumo moderado en la salud, partiendo de la base de que un consumo elevado es dañino).
En el efecto en la salud parece ser determinante la frecuencia de consumo, de manera que aunque la cantidad total sea equivalente, consumos puntuales elevados representan un mayor riesgo.
Se observan diferencias según el sexo. Debidas principalmente a cambios en la absorción y metabolismo. Las mujeres, en general, tienen una menor proporción corporal acuosa y la actividad de su enzima gástrico alcohol deshidrogenasa es más reducida. Por ende, las cantidades tolerables en el caso de las mujeres son inferiores. Durante la edad fértil las mujeres tienen un menor riesgo cardiovascular, pero tras la menopausia el riesgo es equivalente al de los hombres. De manera que los efectos cardioprotectores del consumo moderado son más evidentes en mujeres mayores postmenopáusicas. En comparación con los hombres, las mujeres con un consumo moderado parecen tener un menor riesgo de hipertensión, una menor glucemia e insulinemia en ayunas y un menor riesgo de diabetes tipo 2. No obstante, las autoras también señalan que el riesgo relativo de mortalidad asociado al consumo es mayor en las mujeres que en los hombres (probablemente debido a un incremento en el riesgo de cáncer). Además, las mujeres están infrarrepresentadas en los estudios científicos publicados hasta el momento.
Tampoco es posible descartar la existencia de condicionantes genéticos, que influyan en el efecto en la salud. La mayor parte de la evidencia disponible proviene de estudios realizados en población caucásica blanca, por lo que estos resultados no serían extrapolables a población asiática, negra, etc.
En cuanto a la salud cardiovascular. Un consumo bajo o moderado se asocia con menores niveles de inflamación, un efecto positivo en parámetros de coagulación, en el perfil lipídico sanguíneo (incremento del colesterol HDL) y en la glucemia, y con un efecto perjudicial en los valores de presión arterial, en comparación con los abstemios. Un consumo bajo o moderado se ha relacionado con un menor riesgo de infarto de miocardio, ictus (consumo bajo) y de mortalidad cardiovascular.

Consumos inferiores (100 g/semana) se han relacionado con el menor riesgo de mortalidad general. En comparación con los abstemios, el consumo bajo se asocia con una reducción del riesgo de enfermedad en hombres de entre 50-64 años y mujeres mayores 64 años. Varios estudios han analizado la relación entre el consumo moderado y el riesgo de mortalidad en personas con diferentes patologías crónicas, con resultados positivos. No obstante, las autoras hacen hincapié en que el balance beneficio-riesgo que tiene en la salud debería considerarse individualmente.
Respecto al tipo de bebida consumida, el vino destaca por su contenido en polifenoles, compuestos bioactivos que han sido relacionados con efectos beneficiosos en la salud (propiedades antioxidantes y antiinflamatorias). El vino es la bebida fermentada con mayor contenido en polifenoles, especialmente el tinto, seguido del vino blanco. En cuanto al contenido en alcohol: vino tinto 14%, vino blanco 11% otras bebidas espirituosas: ~35%. Aunque dadas las diferencias en su composición es esperable que los efectos en la salud varíen, muchos de los estudios publicados no analizan los resultados según el tipo de bebida consumida, además es frecuente que se beban varios tipos simultáneamente.
Diversos estudios han observado diferencias en el efecto sobre la salud según el tipo de bebida. En un estudio de cohortes el riesgo de mortalidad general era menor en los participantes que bebían vino, en comparación con los no bebedores de vino. Otro estudio observó que el riesgo de ictus era menor en mujeres que tomaban cantidades moderadas de vino, en comparación con las abstemias, o aquellas que consumían otro tipo de bebidas.
El consumo de vino forma parte de muchas culturas, en base a la evidencia disponible, en caso de beber, se recomienda un consumo bajo-moderado.