Cuando la ciencia necesita matices: el vino y la importancia del “cómo”

7 de noviembre de 2025

Varios medios han difundido titulares que relacionan el consumo de tres copas de alcohol al día con el riesgo de sufrir hemorragias cerebrales graves y en edades más tempranas. Detrás de estos titulares está un estudio reciente publicado en Neurology (2025), que analiza a más de 1.600 pacientes con hemorragia intracerebral aguda atendidos en el Hospital General de Massachusetts, en Estados Unidos.

Como ocurre a menudo, la noticia corre más rápido que los matices. Y, es ahí donde queremos detenernos.

En los últimos días, algunos medios de comunicación se han hecho eco de un estudio publicado en la revista Neurology que analiza la relación entre el consumo excesivo de alcohol y la gravedad de la hemorragia intracerebral aguda, un tipo de ictus especialmente grave. Aunque los titulares pueden inducir a pensar en una relación directa entre “alcohol” y “ictus”, la investigación ofrece matices importantes que conviene conocer para comprender qué sabemos —y qué no sabemos— sobre este tema.

Y, sobre todo, para entender por qué estos resultados no pueden extrapolarse directamente al consumo moderado de vino, una bebida con un perfil de consumo, un contexto cultural y una composición muy distinta del alcohol consumido en exceso.

El trabajo analizó de forma transversal a 1.600 pacientes atendidos en el Hospital General de Massachusetts, en Estados Unidos entre 2003 y 2019. Los investigadores se centraron en identificar asociaciones entre el consumo elevado de alcohol —definido como tres o más bebidas al día, equivalente a ≥42 gramos de alcohol— y la gravedad del ictus hemorrágico.

Aquí es importante señalar una diferencia metodológica: las unidades de consumo no son iguales en todos los países:

  • En Estados Unidos, una bebida estándar contiene 14 g de alcohol.
  • En España, una unidad de bebida estándar equivale a 10 g de alcohol, aproximadamente 100 ml de vino de 13°.

Esto significa que el umbral evaluado en el estudio (≥3 bebidas/día) equivale a unas 4,2 bebidas estándar en España. Es decir, el grupo de “alto consumo” analizado corresponde a un nivel de consumo claramente excesivo en términos españoles.

Este matiz es clave para comprender que el estudio no analiza consumos moderados, sino consumos notablemente elevados.

El estudio encontró que los consumidores intensivos:

  • Presentaban la hemorragia a edades más tempranas.
  • Tenían hematomas de mayor volumen y más profundos.
  • Mostraban más lesiones microvasculares en resonancia magnética.

Sin embargo, por su diseño, el estudio solo permite establecer asociaciones, no relaciones de causa-efecto. Además, el consumo de alcohol se autodeclaró en el momento del ingreso, sin información sobre la evolución del hábito, el tipo de bebida o el patrón de consumo.

¿Por qué este estudio no permite evaluar el vino?

El trabajo presenta varias limitaciones importantes:

  • No distingue entre tipos de bebidas: el vino tiene un perfil y patrón de consumo diferente.
  • No tiene en cuenta el patrón alimentario, la frecuencia, el contexto o el estilo de vida.
  • El análisis principal combina en un mismo grupo a abstemios y consumidores moderados, dificultando conclusiones precisas.
  • No se analizan diferencias entre hombres y mujeres, pese a que la fisiología del alcohol es distinta.

Conclusión:

Este estudio aporta información sobre los efectos del consumo excesivo de alcohol, pero no puede utilizarse para sacar conclusiones sobre el consumo moderado de vino.

El vino, consumido con moderación y responsabilidad y dentro de un estilo de vida saludable, forma parte de un patrimonio cultural y gastronómico que merece ser entendido y valorado desde una perspectiva basada en la evidencia científica, con matices y sin extrapolaciones simplistas.