
Vino y salud cognitiva: los matices sí importan para analizar la evidencia científica
23 de octubre de 2025
Recientemente, diversos medios de comunicación se han hecho eco de un estudio, liderado por investigadores de la Universidad de Oxford, que analizó la relación entre el consumo total de alcohol y el riesgo de demencia en más de medio millón de adultos, utilizando distintos métodos para explorar posibles relaciones causales.
Muchos titulares han destacado que el consumo moderado no aporta beneficios haciendo referencia al vino, con mensajes simplistas, y sin tener en cuenta que el estudio no ha analizado el consumo de vino en particular ni el patrón de consumo. Y es importante matizar los resultados.
El estudio se centró exclusivamente en el volumen total de alcohol consumido, sin diferenciar entre tipos de bebida ni patrón de consumo. Esto significa que no se evaluaron posibles efectos específicos del vino, ni de un patrón mediterráneo caracterizado por un consumo moderado y distribuido regularmente a lo largo de la semana como parte de una alimentación equilibrada. Además, estudios previos han sugerido que compuestos minoritarios presentes en el vino, como los polifenoles, podrían tener propiedades antioxidantes y efectos beneficiosos sobre la salud cognitiva, algo que no se analiza en esta investigación.
Los resultados del análisis observacional mostraron una “curva en U”: los no bebedores y los consumidores excesivos presentaban un mayor riesgo de demencia en comparación con los bebedores ligeros. Y cuando se realizó el análisis genético, la aleatorización mendeliana mostró un incremento progresivo del riesgo entre los bebedores, no confirmando así la reducción previamente encontrada con consumos bajos, concluyendo que el consumo moderado de alcohol no confiere beneficios en términos de reducción del riesgo de demencia.
Los autores señalan que la curva en J descrita en el estudio observacional podría explicarse, al menos en parte, por una reducción progresiva del consumo de alcohol entre individuos que desarrollan deterioro cognitivo. Esta dinámica podría haber contribuido a que el grupo de “no bebedores” incluyera muchas personas que dejaron de beber por demencia, aumentando la incidencia en este grupo. Por ello, los autores advierten que los estudios observacionales previos, al no considerar este factor de confusión, podrían haber sobrestimado los beneficios del alcohol.
Pero este estudio tampoco está exento de limitaciones. Por ejemplo, la diversidad de cohortes analizadas no permite generalizar totalmente los resultados. Ello es más evidente en los individuos de la cohorte del UK-Biobank, la preponderante en el estudio, que está integrada por sujetos del Reino Unido que tienen un comportamiento de consumo de alcohol muy distinto del patrón mediterráneo.
En conclusión, los resultados de este estudio no pueden extrapolarse al consumo de vino, por lo que un consumo moderado, dentro de un estilo de vida saludable, sigue siendo compatible con el bienestar. Si se sigue un patrón mediterráneo, caracterizado por una ingesta regular y moderada acompañando las comidas, el vino puede formar parte de una dieta equilibrada. La clave está en la moderación y en considerar el vino como parte de un enfoque integral de salud.








